
Por otra parte, la modestia, la mansedumbre, la humildad (conceptos no muy comunes en los seres humanos) son apreciados por Dios. En Lucas 18:10-14, Jesús nos relata la siguiente historia: “Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.” ¿Cual de estos dos individuos te caracteriza a ti? ¿Cual de los dos quisieras ser?
Mantente alejado del orgullo, de promoverte a ti mismo, de ser engreído y presuntuoso, y de buscar la admiración y alabanza de otros. Mantente humilde; busca el favor de Dios; levanta Su Nombre en alto y no el tuyo; alábalo a El y no a ti mismo, porque “Dios resiste al soberbio, mas da gracia al humilde.” Santiago 4:6
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